domingo, 11 de mayo de 2014

"Hija de las largas convivencias desapasionadas"

Sentada en su rincón favorito, Pablo Neruda en mano, cenicero humeante en el alféizar y Love of Lesbian resonando en la pequeña habitación, pasan los mejores momentos de su día a día, y los únicos buenos.
Observa por encima de su descolorido libro, el constante trajín y ajetreo de los viandantes, que de un lado a otro y sin mirar a su alrededor, parecen tan sólo preocuparse por la incesante marcha de los minutos en sus relojes. Se pregunta, desde hace cuanto el cantar de los pájaros, el sonido del agua de la lluvia resonando altanera en la copa de los árboles, el resurgir de una flor que tímida asoma en un yermo jardín rodeado de edificios, dejaron de ser motivo de inspiración del hombre o tan sólo, de observación.
También se preguntaba desde hace cuanto se había tornado tan oscura su presencia en esa luminosa habitación, que se le antojaba extraña tras 17 años. Cuándo había encontrado consuelo en ese único rincón.
Apenas mostraba ya su rostro un ápice de emoción y su maltrecho corazón, se mostraba reacio a cualquier posible esperanza. Era verdadero hastío aquello que la inundaba y no encontraba salida ante aquel desolado territorio en el que se había convertido su vida.
Fueron muchos los días que se planteó recuperar las fuerzas y ganas perdidas, y muchos los días que pretendió con una sonrisa fingida, demostrar al mundo que nadie podría con ella. Mas acabó tristemente vencida por las constantes decepciones y desilusiones que caracterizaban su día a día.

Había escuchado miles de mentiras, enjugado miles de lágrimas, y jurado una y mil veces que dejaría atrás aquellas relaciones que fueran una carga para ella y no volvería a perdonar a aquellos que tantas heridas dejaron en su alma. Se prometió, no volver a ocultar sus verdaderos sentimientos a las personas que más quería, y no decepcionar constantemente a sus padres. Y es que las peleas continuaban y los gritos y las acusaciones espontáneas, retumbaban entre esas cuatro paredes, reabriendo y echando sal en las heridas del pasado.

Muchas veces deseó no sentirse tan vacía y poder devolverle a su vida ese color que la caracterizaba. Mas los constantes y frustrados intentos, tan sólo sirvieron para ocultar su corazón tras una dura e impenetrable coraza. No encontraba verdadera motivación en nada de lo que hacía desde hace ya un tiempo, y cada día se le antojaba idéntico al anterior. Enfrascada en esa asfixiante rutina, y sentada en su rincón aún apoyada sobre el alféizar de su ventana, contempla el cielo, y piensa que cada vez debe quedar menos, para poder salir de allí y ser feliz.







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